Se trata de un humedal de altura, muy típico de las mesetas del altiplano, formado en este caso entre los afluentes del río Machuca que han descendido desde el cerro Saye para formar un vado a 4000 msnm. Es un escenario dinámico que, dependiendo de la disponibilidad de agua, se expande y contrae dejando ver cojines verdes de turba, musgo y hierbas. Estas son las especies vegetales del humedal; enriquecen este ecosistema y lo acomodan para albergar una gran variedad de animales del desierto.
Comunidades de vicuñas, por ejemplo, beben en los claros del vado; y se sabe que algunas vizcachas y gatos monteses se esconden más arriba en las colinas. Por supuesto, una riquísima variedad de aves del desierto acuden aquí para hacer sus coloridas exhibiciones y llenar el silencio con cantos y coros.
La luz es especial. A esta hora, la luz del sol se inclina hacia el agua y la hace brillar de tal manera que se notan las zonas aún congeladas por las temperaturas de la noche anterior. Algunas aves juegan y se zambullen, otras caminan graciosamente sobre la capa de agua helada que el sol de la mañana consigue hacer brillar pero no derretir.
De nuevo, la luz permite ver colores reservados sólo a quienes tienen la suerte de estar allí, cara a cara con la especie de inspiración. En las condiciones adecuadas, el sol revela, por ejemplo, la iridiscencia de las plumas del Pato de la Puna, que brillan de un color marrón a un verde intermitente cada vez que el pato se mueve. Todo un reto para mis acuarelas.
Curiosamente, y tras un tiempo suficiente sin interrumpirlas, observamos que cada especie expresa rasgos de carácter que los humanos entendemos como "personalidad". ¿Y por qué no antropomorfizar? ¿Proyectar cualidades humanas en las aves para ver si podemos identificarnos en ellas y así sentir más empatía hacia ellas?